LA FORTUNA
¿Qué es la fortuna? Es riqueza, sí; pero no es oro, ni plata, ni piedras preciosas, ni bienes tangibles. Es algo más. Hay muchas clases de fortuna. La más grande es la que no se ve, sino la que se siente. Es aquella capaz de crear vínculos, de hacer del respeto, del amor y la educación, el más grande de los tesoros, el bien más preciado.
Yo, he tenido la suerte de conocer y convivir con gente de fortuna. Una familia de buenas personas, educadas en ese amor, en la generosidad, y en la ignorancia de lo que significa el prejuicio o las malas artes.
¡Qué fortuna tan grande la de estos hijos huérfanos de haber tenido unos padres de corazón! Era grande ese corazón, el del padre y el de la madre; los dos dejaron de latir. De ellos aprendieron las pequeñas cosas de la vida y los grandes retos, como el de recibir su muerte. Porque para el reto de perder a un padre y una madre hace falta coraje, serenidad, templanza, y mucho amor y paz de espíritu. De ellos también aprendieron ésto. Supieron lo que significa ser amado, protegido, respetado, valorado. De ellos aprehendieron a ser las personas que son. De la fortaleza en su aprendizaje expandieron sus raíces.
¡Qué fortuna tan grande se llevan los padres en su gran viaje! La fortuna de haber podido guiarles en su camino, de haberles consolado, curado sus heridas, abrazado, escuchado. Es como ese mar cálido del mediterráneo que te mece con suave oleaje, tierno y apacible. Así ha sido su vida, la de todos ellos. Al menos, así se ha visto. ¿Perfecta? seguramente no. Pero sí afortunada.
¡Qué fortuna tengo por estar hoy aquí! por haber conocido y querido a los padres, por estar queriendo y viendo el devenir de la vida de los hijos, que ahora sufren la pena de la ausencia. Es la fortuna que siento de haber pertenecido de algún modo a sus recuerdos.
Hay un jardín triste hoy, una casa vacía, un hogar sin leña, una amargura repentina. Será la fortuna de haber pertenecido a la historia de esos padres que se han ido, la que devolverá la flor a la planta marchita.
Clara