jueves, 5 de octubre de 2017

 
 
 
 
 
 
 

AMANECERES

 
 
Vivo en la sierra noroeste y todas las mañanas bajo a Madrid, una ciudad cosmopolita, abierta, cercana, pluri cultural. Una ciudad que me regala cada día durante estos primeros días de otoño, unos amaneceres que bien podrían ser cuadros de Van Gogh. Probablemente, en nuestra segura rutina de nuestras vidas casi ningún conductor que como yo despereza el letargo, percibe la belleza de sus colores. Esta mañana, he podido fijar la vista en ellos un largo rato. Cuando los contemplaba, he sentido esos colores como propios. El amanecer es el rojo y el amarillo de nuestra bandera, la de España. Este bello y único país que tanto ha luchado por sentirse orgulloso de sus valores humanos y democráticos. Yo no  soy de opinar abiertamente mis opiniones en blogs o en redes sociales pero estos últimos días compruebo con alegría que otros muchos amigos como yo han decidio gritar su rabia en ellos. Y en la calle, en sus trabajos, en el hogar. Veo con emoción como sale ese toro bravo que todos los españoles tenemos dentro. Ese toro bravo que sale rugiendo valiente y solidario. Y es que el amanecer es igual para todos. Los colores rojo y amarillo que acarician nuestras emociones, son los mismos en Madrid, en Andalucía, en Cataluña por supuesto. Lo único que los diferencia son los ojos con los que los miran. El sentirse orgulloso de España es emocionarse con nuestro himno, es sentirse protegido por tantos Guardia Civiles que velan por nosotros, es compartir sueños con otros españoles, da igual de donde vengan. Lo llevamos en la sangre. No podemos evitarlo. Seguro que hoy en Cataluña ha habido un amanecer tan bello como el de aquí, y me alegra saber que mucha gente ha sentido la misma emoción, mientras paseaba por sus calles en Barcelona. Digan lo que digan, qué afortunados somos todos los que nos encontramos en este grupo porque, insisto, digan lo que digan somos más que los que no ven amaneceres sino derrumbes y ocasos. Esta refléxión va por todos los españoles que como yo cremos en amaneceres.


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